lunes, febrero 20, 2012

San Valentín impulsa a los chinos a amar sin miedos


Estoy segura que cualquiera que lea este blog ha tenido algún tipo de experiencia con el amor, independientemente del concepto que cada uno tenga de la palabra.

Ya sea el amor por la familia, los amigos, a una causa o ideología, a la patria, el que surge a primera vista, el pasajero, pasional o comprometido hasta la muerte, todos hemos sentido en mayor o menor medida la fuerza de esta pulsión de vida.

Hace unos días, el mundo le rindió festejo a este sentimiento con millones de chocolates, flores, tarjetas, peluches, encuentros pasionales, cenas en restaurantes, globos en forma de corazón y hasta anillos de compromiso.

China, desde luego, se unió a la celebración como en los últimos años lo ha hecho con otros festejos de importación occidental.

Hoy en día los jóvenes se animan a demostrar su amor de manera pública.
Este tipo de arreglo floral, con osos de peluche y chocolates incluidos,
abundan por las calles de Beijing en el Día de San Valentín.
Foto: Raúl López Parra.

A diferencia de la Navidad, que los chinos han ido aceptando a regañadientes gracias al bombardeo comercial, San Valentín ha sido rápidamente adoptado por los jóvenes, hambrientos de descubrir nuevas formas de amar, después de que a sus abuelos y padres se les negara este derecho en los tiempos del ex presidente Mao Zedong.

El líder más respetado del país asiático fue quien hirió de muerte a cupido durante la Revolución Cultural, allá por los años sesenta.

En aquellos tiempos, según un documental producido y dirigido por Josh Freed y Miro Cernetig, al pueblo chino se le vendió la idea de que todos tenían que ser iguales y, literalmente, se le obligó a hacerlo.

A los hombres y a las mujeres se les inculcó a mirarse como hermanos, y a despreciar la idea de sentir atracción física o deseo sexual entre ellos. Nadie se atrevía siquiera a darse la mano en público.

La ideología de que todos fueran iguales obligó a ambos sexos a vestir el uniforme de Mao. Además, a las mujeres se les cortó el cabello y se les prohibió usar toda aquello que las distinguiera del sexo opuesto, como maquillaje y accesorios.

Entre los cortes de cabello sin estilo, los ensanchados uniformes, y la falta de un toque femenino, era difícil distinguir a un hombre de una mujer, como si con esto se quisiera enterrar toda aquello que despierta el deseo entre ellos.


Si a esto le sumamos que la moda era considerada como una invención frívola del capitalismo, nadie se atrevía a lucir diferente; lo más atrevido que llegaron a intentar las mujeres fue hacerle una pequeña costura a los sacos para marcar su cintura.

Pero esta ideología fue más lejos, el Partido Comunista elegía a los cónyuges, obligando a cientos de jóvenes a formar matrimonios sin amor, y limitando el sexo sólo a la reproducción.

Los valientes que se atrevieron a enamorarse fueron avergonzados socialmente.  

Aunque han pasado cincuenta años, la sociedad china todavía está marcada por este episodio histórico.

Sólo conociendo este antecedente pude entender por qué mis compañeros chinos me esquivaban cuando quería saludarlos de beso o abrazarlos, como lo hacemos en muchos países del mundo.

Pude comprender también por qué evitan hablar de amor o sexo, éste último tema tabú en la sociedad china, que deja al descubierto la ignorancia o nula experiencia de los jóvenes universitarios respecto a las relaciones sexuales.

La mayoría de ellos tienen sus primeras vivencias de amor hasta que entran a la universidad.

Antes de esta etapa es prácticamente imposible, porque entre la exigencia de los padres y los estudios, y la crítica social que reciben, incluso de los amigos, por tener pareja, los orilla a esperar hasta la universidad para hacer sus primeros experimentos con el amor.

Si a esto le añadimos que muchos jóvenes durante su infancia nunca vieron a sus padres besarse o abrazarse y, peor aún, nunca recibieron de ellos una muestra de cariño, como me confesó una de mis compañeras de trabajo, podemos entender por qué los chinos suelen ser denominados “personas frías”.

Sin embargo, esta realidad comienza a transformarse rápidamente, como todo lo que acontece en China.  

La política de Reforma y Apertura, que se puso en marcha hace más de 30 años, le ha permitido al gigante asiático no sólo abrirse al libre comercio, sino también a nuevas formas de ver la vida y experimentar emociones.

Si bien es cierto que aún existen muchos prejuicios, tabúes, censura y hasta miedo para expresar los sentimientos, es una realidad que los chinos están hambrientos por explorar lo que hay dentro de ellos y de otros.

A pesar de que socialmente son mal vistos, muchos enamorados hoy en día se abrazan, besan y toman de la mano en público, sin importar lo que se piense de ellos.

La China de hoy no sólo quiere crecer económicamente, también quiere aprender a amar.

Aunque soy enemiga del Día San Valentín, en este país me da gusto cuando veo a una pareja de tórtolos derramando miel a través de una mirada, o besándose en el vagón del metro, porque están disfrutando de aquello que a sus padres y abuelos les fue negado.

Bienvenido el amor en todas sus expresiones.