jueves, septiembre 22, 2011

Experiencias de mi viaje a Xinjiang. Lo que el viento se llevó... en Turpan

Jueves 11 de agosto, 2011
  
Un día lleno de lugares interesantes me aguardaba en Turpan. Así que no dudé ni un segundo en dejar la cama. A los ocho pasaría por mí Tahir, un joven uygur que ha encontrado en el turismo una forma de ganarse la vida junto con su padre. En su auto recorreríamos los sitios históricos más emblemáticos de la ciudad.

Con el estómago vacío, pero llena de emoción, hicimos la primera parada en el Minarete Emin. Había visto una réplica exacta en el Parque de las Etnias en Beijing, pero nada como mirar el original con mis propios ojos.

Para que se den una idea de su importancia arquitectónica, el Minarete es la torre más grande y antigua de Xinjiang, y es la única de estilo islámico en China. 

  
La torre fue construida en 1777 por órdenes del gobernante 
local musulmán, Emin Hoja. Foto: Gabriela Becerra.

El Minarete está hecho de barro y ladrillos secados al sol,
y decorado con relieves florales y geométricos. 
Foto: Gabriela Becerra.

A su lado derecho lo acompaña una mezquita, con capacidad
 para mil personas, que destaca por su bella fachada. 
Foto: Gabriela Becerra.

La torre tiene 44 metros de altura. Foto: Juan Carlos Zamora


Al igual que en Kashgar, el adobe en Turpan es más que una simple mezcla de arena, arcilla y agua, es la forma en la que un pueblo decidió resguardarse, o mejor dicho, adaptarse a su entorno. De esa manera determinó construirse a sí mismo. Es su sello personal, su identidad.

Por eso el adobe es el registro perfecto del paso del tiempo. Desde el trozo que se desprende, hasta el que permanece y cambia de color y textura, nos indican cómo han transcurrido los años.

A más de dos milenios, hoy sólo quedan en los alrededores de Turpan las ruinas de lo que fueron imponentes ciudades construidas con adobe. Pero no se confundan, la palabra “ruinas” no les roba ni por un segundo el encanto que aún conservan, pues lo que queda deja con la boca abierta a cualquiera, es tan sólo el reflejo de la grandeza de lo que alguna vez fue.

Ejemplo de ello son las ruinas de Gaochang, una ciudad oasis que nació en el siglo I antes de Cristo, y durante casi mil 500 años fue testigo de innumerables acontecimientos históricos.


Gaochang aún conserva parte de su muralla. Foto: Gabriela Becerra

Debido a su ubicación, se convirtió también en uno de los puntos más importantes de la Ruta de la Seda. Imaginen a sus diferentes generaciones hospedando a las caravanas que iban y venían entre Oriente y Occidente cargados de los productos de la época.

Y como era el paso obligado de miles de viajeros, exploradores y comerciantes de otra cultura, religión e idioma, la ciudad constantemente estuvo influida por las ideas que llegaban del exterior, así adoptó diferentes lenguas y creencias como el budismo y más tarde el Islam.

Gaochang estuvo ocupada por distintos reinos, entre ellos el chino, 
quien la gobernó por casi 200 años, y el uygur, que la hizo 
su capital por 500 años. Foto: Gabriela Becerra

Este es uno de los templos mejor conservados en la antigua ciudad, la cual fue abandonada en el Siglo XIV. Foto: Gabriela Becerra

Como la antigua ciudad es tan grande, se pueden rentar burrotaxis para recorrerla. 
Foto: Gabriela Becerra.


Las ruinas de Jiaohe también guardan una larga historia, pues fue fundada en el siglo II antes de Cristo.

Al caminar por las calles de esta ciudad fantasma traté de imaginar todo lo que por aquí pasó. Al asomarme por las ventanas, o al cruzar por los arcos de las puertas que aún se conservan, guardaba la esperanza de encontrar algo que al viento se le hubiera olvidado llevarse, pero sólo había ausencia.

Por eso, tuve que echar mano de la imaginación. Con ella intenté levantar el polvo, reconstruir los templos, pintar los muros, decorar las casas y recrear la vida cotidiana de los diferentes pueblos que por estos rumbos se asentaron.

Al igual que Gaochang, Jiaohe fue gobernada por los chinos, 
pero también por los Hui y, posteriormente, por los mongoles. 
Foto: Gabriela Becerra

Por aquí también desfilaron diferentes religiones como el budismo y cristianismo. Foto: Gabriela Becerra


Aunque las olas de aire fresco se agradecen en Turpan por el intenso calor, estando en Jiaohe uno quisiera que el viento ni se asomara, porque al soplar se desprende parte de su historia. Cada ráfaga erosiona la grandeza de esta ciudad antigua.

En la vieja urbe se han encontrado inscripciones con caracteres en varios
idiomas como chino, sánscrito y tibetano, lo que nos habla de la 
diversidad cultural que existía. Foto: Juan Carlos Zamora

Aunque Jiaohe no tenía muralla, sí había una puerta en cada punto cardinal.
Foto: Juan Carlos Zamora

Pero Turpan no sólo es pasado, sino también presente. Como todos los pueblos, se ha reinventado muchas veces, pero siempre vuelve a su esencia: el adobe. Ahora es una ciudad que vive principalmente del turismo y de las uvas, las cuales gozan de fama en toda China por su calidad y sabor.

Muchas familias en Turpan tienen viñedos en sus patios traseros. 
Foto: Gabriela Becerra

Por su geografía desértica, a Turpan no le cayó este fruto del cielo. Como en todo episodio histórico, el hombre en circunstancias adversas hace que salga lo mejor de su ingenio para satisfacer sus necesidades, y en estas tierras lo que no había era agua.

Por eso, desde hace más de dos mil años, los primeros habitantes de estos poblados crearon un sistema de irrigación llamado Karez, que con los años se perfeccionó en una moderna red de túneles que traen agua desde las montañas.

El sistema de irrigación Karez ha sido reconocido como uno de los mejores 
en la historia. Foto: Juan Carlos Zamora

Hoy formé parte de la historia. Caminé por ciudades milenarias, sedientas y en agonía. Ruinas que tienen contados sus días y que, por más que se les proteja, algún día caerán para dar paso a otras historias, las que se tejen en el presente y que en los próximos siglos se convertirán en pasado. Porque también seremos historia y se hablará de nosotros, y muchos sentirán nostalgia e intentarán reconstruir con su imaginación nuestros tiempos.



Para los viajeros interesados:

Hasta agosto de 2011 estos eran los precios en temporada baja

Minarete Emin: 30 yuanes
Ruinas de la ciudad de Gaochang: 40
Ruina de Jiaohe:30
Sistema de irrigación Karez: 40
Tumbas de Astana: 20 yuanes (es un cementerio que no vale la pena visitar, ya que sólo permiten ver dos tumbas con cuerpos momificados)
Grutas de los mil budas de Bezkilik: 20

Para poder visitar estos sitios conviene hacerlo en auto, porque varios lugares están distantes unos de otros. En el Turpan Hotel puedes preguntar por Tahir, un joven uygur que habla mandarín e inglés. Él cobra 120 yuanes por llevarte en su auto a los lugares que deseas conocer (el precio es por persona y el tiempo del recorrido es libre). Para mayor información este es su correo electrónico tahirtour8@yahoo.com

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