martes, marzo 15, 2011

El idioma español, de moda en Beijing.

Hace unos días, vino a buscarme Dorina, una chica del Departamento de Rumano, para que le enseñara español. Al igual que ella, otros extranjeros de Radio Internacional de China están estudiando el idioma.

Antes de llegar al país asiático sabía que trabajaría con más de 30 chinos del Departamento de Español de dicha emisora, y que la mayoría de mis colegas periodistas de otros departamentos se comunicaban en inglés, pero lo que nunca imaginé es que encontraría a tantas personas hablando español.

En junio de 2010, se dio a conocer que el español se había convertido en la segunda lengua materna más hablada en el mundo, con más de 416 millones de hablantes nativos, pues es el idioma oficial de 21 países.

Según un informe del Instituto Cervantes se convirtió también en el segundo idioma de comunicación internacional y en el tercero más utilizado en Internet.

Mateo, de Italia; Lisa y Andrea, de Estados Unidos; Allie, de Canadá; Hana, de República Checa, así como Ricardo, Ana María, Tárcila y Débora, de Brasil, son colegas de la emisora que ya se comunican en el idioma de Cervantes.

En más de una ocasión, y en diferentes contextos, he iniciado una conversación en inglés con algún extranjero y éste me responde con un fluido español, dejándome con el ojo cuadrado.

También los chinos se están poniendo las pilas. En octubre pasado, asistí a la Cuarta Cumbre Empresarial China-América Latina y el Caribe, que se realizó en la provincia de Sichuan, ubicada en el centro de China, a la que asistieron funcionarios, representantes de diferentes cámaras de comercio y empresarios.

En aquel evento, me sorprendí de la cantidad de chinos que hablaban español. Conversé con algunos y me contaron por qué lo aprendieron. Por ejemplo, una chica que trabaja en Guangdong, una provincia localizada en el sur del país asiático, tomó clases sólo un año y el resto lo aprendió en la práctica, porque un argentino la contrató para que lo ayudara a negociar con los fabricantes de ropa y a resolver asuntos burocráticos en China.

Otro joven tuvo que aprender español porque descubrió en Latinoamérica un atractivo mercado para exportar sus calentadores solares.

Así como ellos, miles de chinos están aprendiendo el idioma, porque ven en nuestro continente una gran oportunidad para realizar negocios e invertir.

Esta situación representa al mismo tiempo un reto para los que hablamos español, sobre todo para los latinoamericanos, quienes tendríamos también que estar aplicándonos con el mandarín, para poder establecer negocios y participar del jugoso mercado con que cuenta este gigantón asiático, que en 2009 registró una tasa de crecimiento de 8.7 por ciento, cuando casi todas las economías del mundo eran arrastradas por la peor crisis económica de las últimas ocho décadas.

Latinoamérica tiene un fuerte déficit comercial con China, y para contrarrestarlo quizá lo primero que habría que hacer es romper las barreras culturales que nos separan del país asiático, como el idioma, así será más fácil entender y penetrar su mundo, lo que facilitará a su vez las relaciones comerciales.

Creo que las instancias educativas de los diferentes gobiernos latinoamericanos tendrían que estar otorgando becas a los jóvenes para que estudien mandarín, y promoviendo intercambios estudiantiles con China.




Los ritmos latinos también están “in” en Beijing

Pero mientras son peras o manzanas, los hispanohablantes podemos sentirnos orgullosos de la expansión de nuestra lengua, de que el español sea ya el segundo idioma de comunicación internacional, como lo asegura el Instituto Cervantes.

Además, nuestra lengua no es lo único que atrae a chinos y extranjeros, sino también los ritmos musicales que suenan en este idioma, como la salsa, el merengue o el reguetón, así como la alegría y el sabor que tanto distingue a los latinos.

Tan sólo hace una semana, me sorprendí bailando “Una aventura”, del colombiano Grupo Niche; “Burbujas de amor”, en voz de Juan Luis Guerra; “Suavemente”, de Elvis Crespo, entre otras viejas canciones, en un bar de Beijing.

Ni tarde ni perezosos, extranjeros y chinos se sumaron al baile, se movían como Dios les daba a entender e imitaban torpemente los pasos, mientras que los latinos cantábamos y bailábamos como locos, recordando viejos tiempos, éramos cómplices en la danza y en la lengua.  Tampoco es que seamos unos expertos en estas artes, es simplemente el sabor de la música lo que nos sacude el cuerpo, algo inherente a nuestra cultura.

Así como este caso, el resto. En las fiestas organizadas por los colegas de Radio Internacional, los asistentes voltean a ver a los latinos como esperando el momento en que comenzarán a bailar para unírseles.

Cuando la fiesta está en su punto álgido, nos sorprendemos unos a otros moviendo los pies al ritmo de samba, imitando a los brasileños, o al sabor de la salsa o el merengue, y por qué no, cantando el “Waka Waka”, versión Shakira, o la “Camisa negra”, de Juanes.

Entre los ritmos sabrosones y el español, me siento orgullosa de mi idioma en tierra ajena, pero sobre todo, de mis raíces latinas y la alegría de mi gente.