lunes, junio 27, 2011

Provocando a la muerte en las calles de China

Hace unos días, me quedé helada con un video que el gobierno de Shandong, una ciudad ubicada en el suroeste de China, publicó para concienciar a los automovilistas, ciclistas y peatones sobre los accidentes en la vía pública.

No estoy a favor de que se difundan imágenes crudas por televisión o Internet, pero creo que en algunos casos se debe recurrir a ellas. Lo que se ve en el video no es ficción ni montaje, simplemente son las imágenes captadas por las cámaras de seguridad colocadas en una de las principales avenidas de esa urbe.

El video es una pequeña muestra de lo que todos los días acontece en las ciudades de China: automovilistas desesperados que dan la vuelta a la derecha sin observar primero sin algún peatón está cruzando, o bien, que aceleran para ganarle el paso a un ciclista; peatones que cruzan sin importar que el semáforo esté en rojo o si el autobús está a unos metros de distancia; ciclistas que llevan en el asiento trasero a niños o ancianos sin la mínima protección y van sorteando vehículos, bicicletas, motos y autobuses que transitan en todas las direcciones en las grandes avenidas.

Como si no valiera un centavo, los chinos exponen todos los días su vida en la calle. Está más que claro que no hay cultura vial, pero me sorprende que, en ocasiones, ni siquiera se despierte su instinto de supervivencia para voltear a ambos lados cuando cruzan la avenida, o se fijen en la luz del semáforo.

Ahora vienen a mi mente cientos de escenas de ciclistas circulando por Beijing. Algunas de ellas me han dejado sin habla, otras le han arrancado a mis labios las peores maldiciones, como la de los padres que caminan por la banqueta mientras sus hijos lo hacen por la carretera, o que llevan al niño del lado de los autos cuando cruzan la avenida. Pareciera que el instinto de supervivencia está borrado del ADN de los chinos.

Hace unos días, me tocó ver a un par de niñas, entre cinco y siete años de edad, que intentaban cruzar una avenida muy transitada mientras estaba la luz verde. La más grande sostenía con una mano su bicicleta, y con la otra agarraba a la más pequeña. Nadie intentó ayudarlas.

Como siempre, todo tiene una explicación. Hace 30 años, China puso en marcha la política de reforma y apertura que, entre otras cosas, consistía básicamente en abrir el mercado chino al extranjero. Este fenómeno económico, obviamente, transformó otros aspectos de la vida social, cultural y política.

Comenzaron a construirse grandes ciudades en las diferentes provincias, sobre todo en el este del país. La gente, que había estado acostumbrada a caminar tranquilamente por las calles y a trasladarse en bicicleta sin tener que cuidarse de los autos, fue de un momento a otro acorralada por los edificios, obligada a transitar por espacios más estrechos, y asediada por miles de vehículos.

Hasta hace 15 años, China era conocida como “El reino de las bicicletas”. Los extranjeros que la visitaron por aquel entonces coinciden en que por las calles circulaban miles.  Esas imágenes ahora sólo forman parte de las postales, porque actualmente en Beijing, por citar un ejemplo, circulan 4 millones 700 mil autos, y se espera que en 2012 la ciudad cuente con 7 millones.

No por nada, el año pasado China se convirtió en el mayor mercado de automóviles en el mundo, desplazando a Estados Unidos.

Está claro que circular por las calles y avenidas de las grandes ciudades chinas es cada vez más peligroso. Y aunque existen carriles exclusivos para los ciclistas y motociclistas en la mayoría de las urbes, así como señalización, los gobiernos locales están obligados a promover y difundir una cultura vial si pretenden que autos, motocicletas, peatones y ciclistas sigan compartiendo la vía pública.

Con el consumo acelerado de autos, mi mente no alcanza a comprender como a los chinos les provoca tanta risa y les parece absurdo usar casco para andar en bicicleta, siendo que esta medida de protección debería ser lo mínimo que se les exija a los ciclistas, sobre todo cuando trasladan a niños, como comúnmente sucede. Aquí pueden ver el video.



sábado, junio 11, 2011

Sin cinturita no hay paraíso

Además de los ojos rasgados, la delgadez es otra característica física con la que asociamos a los asiáticos, la cual se puede entender si consideramos su fisionomía y alimentación, basada en el arroz e ingesta de verduras, abundantes líquidos y porciones pequeñas de carne. Sin embargo, el factor socio-cultural es otro elemento que influye determinantemente en su constitución física. 


No me gusta generalizar, así que sólo compartiré mi experiencia sobre lo que he observado y conversado con mis compañeros chinos al respecto.

Vengo del país que ocupa el segundo lugar en obesidad a nivel mundial, de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Estaba acostumbrada a ver talles bastante gruesos, así que al llegar a Beijing, la capital de China, sentí curiosidad por saber qué hacían las chicas para tener una “cinturita de avispa”. 

Más tarde, con la convivencia cotidiana, supe que no se lo debían al ejercicio ni a una sana alimentación, sino a que, literalmente, se mataban de hambre.

Tener unos kilos de más es algo que angustia realmente a las chinas. Desde la antigüedad, la delgadez ha sido considerada un valor estético. En las pinturas tradicionales, los niños eran dibujados gorditos y cachetones, los ancianos y hombres aparecían robustos, pero la silueta de las mujeres era siempre fina, menudita.

Este valor estético prevalece hasta hoy, incluso se ha acentuado porque los jóvenes son muy receptivos a las modas extranjeras. Por ejemplo, de Japón les ha llegado a las chicas la moda de vestirse como niñas.

En todos los grandes centros comerciales hay un piso donde se vende exclusivamente este tipo de ropa. La primera vez que lo recorrí pensé que estaba en el departamento de ropa para niños al ver los vestiditos con olanes, baberos y moños, pero descubrí mi error al ver el rostro de las maniquíes usando trajes de colegiala, entre inocentes y sexys


Foto: Gabriela Becerra

Foto: Gabriela Becerra


El querer vestirse como niñas genera, al mismo tiempo, el deseo de esculpir un cuerpo de niña: extremadamente delgado y sin curvas.


A diferencia de otras culturas, donde la belleza del cuerpo femenino radica en la exuberancia (senos y nalgas grandes, caderas amplias, y piernas fuertes y torneadas), en la cultura china la delgadez es lo más apreciado. ¡Qué importan las curvas cuando el talle es pequeño!

Foto: Gabriela Becerra


“Tanto a los hombres chinos como a los japoneses, en general a los hombres asiáticos, les gustan las mujeres con cuerpo de niñas. Los chinos nunca se fijan en las chicas con cuerpos rollizos, prefieren a las delgadas y jovencitas”, me comentó alguna vez Ban Yunyi, mi compañera de trabajo.


Esta es una de las razones por la que las chinas desean tener una silueta estilizada. Ser delgada va más allá del verse o sentirse lindas, es un factor social de mucho peso, porque implica cumplir con el estándar de belleza china para poder conseguir una pareja y, más tarde, formar una familia, y en China la familia lo es todo, social, cultural y laboralmente hablando.

Desafortunadamente, este afán por conseguir una silueta extremadamente delgada puede llevar a otros desórdenes alimenticios graves como la bulimia y la anorexia.  Conozco el caso de una china que padece la primera, y aunque es linda y muy esbelta está peleada con su imagen.

No es la única que al mirarse al espejo desearía ver algo diferente. Por su fisionomía, muchas chinas tienen el rostro redondo, pero ellas consideran que esto se debe a que tienen sobrepeso, así que se someten a dietas estrictas con la falsa idea de que el contorno de su cara se transformará. Como esto nunca sucede, su frustración aumenta. Recuerdo que una de mis colegas me dijo alguna vez: “Me gustaría que mi cara fuera del tamaño de mi mano”.

No sólo es el cuerpo y la apariencia de niñas lo que ellas desean tener y algunos hombres buscan, sino también una mentalidad y actitud infantil, aniñada y consentida.

He observado cómo las jóvenes gustan de los muñecos de peluche, de los moños en la cabeza y los vestiditos con diseños y dibujos infantiles, del caminar y correr con pasos pequeñitos porque lo consideran más femenino, de comportarse serias, tiernas y recatadas, pero al mismo tiempo traviesas y berrinchudas, porque ellas mismas refieren que así las prefieren los chicos.

Debo comentar que la obsesión por estar delgado no es propia de las mujeres. He conocido a chicos que también se someten a dietas rígidas al sentirse “gordos”.

A diferencia del concepto de belleza masculina que se tiene en Occidente, para ellos no es importante lucir fuerte y musculoso, optan, como las chicas, simplemente por estar delgados.

Los extremos son peligrosos. Someterse a dietas estrictas sin la supervisión de un nutriólogo y sólo por cumplir con un estándar de belleza pone en grave riesgo la salud, como también el comer sin control. Ahí está el caso de México, donde la obesidad se ha convertido en un problema de salud pública, al grado de que el gobierno ha tenido que realizar campañas para invitar a los mexicanos a bajarle a la comida chatarra y hacer ejercicio.

Ahora sí que como dicen en mi pueblo: “Ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre”. No hay nada como una dieta equilibrada y una buena dosis de ejercicio.