jueves, agosto 04, 2011

El preámbulo de mis vacaciones en Xinjiang


Me hormiguea el estómago de la emoción al igual que cuando era niña y no podía dormir en la noche previa al viaje de vacaciones. No veía la hora en que mi padre me tocara por la ventana para despertarme y pedirme que alistara las maletas.

Me alegra que este sentimiento no haya desaparecido, porque el día que extravié la capacidad de asombro, la sensibilidad ante ciertos temas, o la emoción en situaciones como esta, habré perdido el interés por la vida.

Mañana me voy de vacaciones a Xinjiang y vuelvo a sentirme como cuando era niña. No es para menos, tengo muchas razones para estarlo, aquí se las comparto.

Xinjiang es una región autónoma que se encuentra en el Oeste de China, y que hace frontera con países como Mongolia, Rusia, Kazajstán, Kirguizistán, Tadjikistán, Afganistán, Pakistán e India. Así que ya se imaginarán la mezcla cultural y el legado histórico que hay en este vasto territorio.

Pero no sólo eso, Xinjiang es el puente que une a Occidente y Oriente, punto de encuentro para los comerciantes y viajeros que, hace más de dos mil años, iban y venían en las caravanas, intercambiando los productos de ambos extremos del mundo.

Los caminos de Xinjiang formaron parte de la famosa Ruta de la Seda, que el explorador Marco Polo recorrió tantas veces.

Esta red de caminos comerciales fue la más larga del mundo y abarcó desde China hasta el Mar Mediterráneo. Imagínense, comenzó a transitarse cien años antes de nuestra era y estuvo vigente por más de mil 400 años.

Xinjiang era la puerta a Occidente y Oriente. Como parte de la Ruta de la Seda, por sus viejas ciudades no sólo transitaron mercancías, sino también se intercambiaron ideas, creencias, religiones, tendencias artísticas y de la moda.

Para decirlo en una sola palabra, la Ruta de la Seda fue por siglos la forma en que Occidente y Oriente se retroalimentaron en varios sentidos.

Pero Xinjiang me agita el corazón por muchas otras razones, una de ellas es que es un lugar completamente diferente a todo lo que hasta ahora he visto en China, pues la mayoría de sus etnias profesan la religión musulmana, por la tanto tienen otras costumbres, creencias, hábitos, arquitectura y gastronomía, más apegadas a las de Asia Central.

El 46 por ciento de los habitantes de Xinjiang pertenece a la etnia uygur, mientras que el resto son kazakos, kirguizos, xibos, tayikos, uzbekos y han.

Cada etnia tiene su propia lengua, pero los kazakos, kirguizos, uzbekos y uygures pueden entenderse porque comparten la misma raíz: el turco.

Toda esta mezcla cultural me atrae enormemente, a esto hay que sumarle que la región autónoma posee bellos paisajes naturales como desiertos (tiene el segundo más grande del mundo), lagos, montañas y extensas praderas.

En mi viaje de diez días estaré en tres ciudades, Urumqi, la capital de Xianjiang; Turpan, un oasis que es famoso por su producción de uvas, y porque en sus alrededores hay ruinas milenarias de lo que alguna vez fueron ciudades, así como cuevas budistas enclavadas en las montañas.

La otra ciudad que visitaré es Kashgar, el motivo principal de mi viaje. Por lo que leído, sus calles, casas y el famoso mercado del domingo (uno de los bazares más grandes de Asia al que acuden habitantes de los países vecinos) son el mejor ejemplo de que este pueblo se resiste al paso del tiempo, por eso resguarda celosamente sus tradiciones y arquitectura.

En Kashgar vive el 90 por ciento de la etnia uygur, que históricamente a tenido conflictos con la etnia han, a la que pertenecen la mayoría de los chinos, y se oponen también a las políticas del gobierno que, en su afán de “desarrollar” el oeste del país, va aniquilando la cultura de algunas minorías étnicas.

Nada menos, el pasado domingo se registraron disturbios en Kashgar que dejaron siete muertos, y una semana antes también los hubo en la ciudad de Hotan, donde murieron más de 15 personas.

Aunque en ambos casos el gobierno chino ha argumentado que fueron “terroristas” los que iniciaron el enfrentamiento, el Congreso Mundial Uygur, con sede en Alemania, ha desmentido la versión, al señalar que fue la policía quien abrió fuego contra algunos uygures, que protestaban porque les habían confiscado sus tierras y por la desaparición de sus familiares.

Así están las cosas por aquella región que visitaré en unas horas. Estando allá me tocará dar mi propia versión de los hechos. Veré si realmente el molde de ciudad que he observado en casi todas las provincias de China también comienza a ser exportado a esta región, que tan celosamente ha conservado por siglos su arquitectura de casas de adobe en medio del desierto.




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