lunes, agosto 15, 2011

Experiencias de mi viaje a Xinjiang. Una China diferente.

Sábado 6 de agosto, 2011

Cuesta mucho escribir en papel después de que te acostumbras al teclado de la computadora, pero es la única forma que tengo y la voy a aprovechar.

Estoy en el aeropuerto de Urumqi, la capital de la Región Autónoma Uygur de Xinjiang, esperando el avión que me llevará a Kashgar, esa ciudad milenaria que me inspiró a realizar este viaje.

Ayer llegué a Urumqi, una urbe de la que no esperaba mucho porque es parecida a las ciudades chinas en donde he estado: tráfico en las principales avenidas, conductores desesperados que te echan el carro encima y grúas de construcción por todos lados (estas últimas se han convertido en el nuevo símbolo de la modernidad china, pues el gigante asiático se ha empeñado en atiborrar sus urbes con edificios).

Hasta las dos de la tarde había comprobado que Urumqi estaba siendo reconstruida con el mismo molde que el resto de las ciudades chinas.

De repente, conforme me acerqué al centro de la urbe todo cambió en un abrir y cerrar de ojos.  Algunos edificios con motivos y diseños musulmanes aparecieron ante mis ojos, y los rostros, como si de una metamorfosis se tratara, tenían rasgos completamente diferentes de los que caracterizan a los chinos.

Pieles que iban del moreno al más blanco, ojos redondos con pestañas largas y cejas tupidas, tanto de color miel, la gran mayoría, como de color café, verde y azul. 

Foto: Gabriela Becerra
 
Foto: Gabriela Becerra

Foto: Gabriela Becerra

Foto: Juan Carlos Zamora

En Xinjiang habitan diferentes etnias, procedentes de los países que hacen frontera con Xinjiang y que hace cientos de años se asentaron en territorio chino, por eso tienen rasgos y facciones tan distintas.

La mayoría de estas etnias profesan la religión musulmana, y sus costumbres y forma de vida son diferentes a las del resto del país.

Un ejemplo es la forma en la que visten. En las calles de Urumqi me encontré mujeres que cubrían su cabello de diferentes maneras con velos coloridos, vestían faldas largas y blusas con mangas largas, pero las que más llamaron mi atención fueron aquellas que usaban la burka, una prenda musulmana que cubre todo su rostro, excepto los ojos.



Foto: Gabriela Becerra


Foto: Gabriela Becerra

Foto: Gabriela Becerra

A diferencia de las chinas de la etnia han que no gustan del maquillaje, las mujeres de las diferentes etnias que viven en Xinjiang lo usan sobre todo para acentuar la belleza de sus ojos.

Foto: Gabriela Becerra

Foto: Gabriela Becerra

Por su parte, los hombres llevan un gorro musulmán de diferentes colores, bordados y materiales.

Foto: Gabriela Becerra

Foto: Gabriela Becerra

No sólo ante mis ojos tenía un extenso abanico cultural, también mis oídos escuchaban una mezcla de idiomas derivados de una misma lengua, el turco. Por eso, los uygures, kazakos, uzbekos y kirguizos que habitan Xinjiang pueden entenderse un poco.

Debido a estas diferencias culturales, religiosas y de idioma, pude observar claramente cómo las etnias minoritarias no conviven con los han, la etnia a la que pertenece el 90 por ciento de los chinos. Incluso, se nota claramente cómo están divididos por barrios y zonas.

Como lo comenté en el preámbulo de mi viaje, históricamente las distintas etnias que habitan Xinjiang han tenido conflictos con los han. Nada menos, hace dos años Urumqi fue el escenario de uno de los enfrentamientos más violentos entre la etnia han y la uygur, que  dejó un saldo de casi 200 muertos.

Desde entonces, el gobierno de China califica de “terroristas” a algunos grupos uygures, y éstos acusan al gobierno de querer acabar con su identidad y patrimonio cultural.

1 comentario:

  1. Que interesante y fascinante tu viaje a zona lejana de China, como te comunicabas?

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