martes, septiembre 06, 2011

Experiencias de mi viaje a Xinjiang. Adobe contra concreto

Martes 9 de agosto, 2011

Pasé una buena noche. La lana de borrego que cubre la yurta realmente amortiguó el frío de la madrugada. Como el reloj marcaba las siete de la mañana salí con cámara en mano a fisgonear cómo se despertaba el sol.

Así amanece en el Lago Karakul. Foto: Gabriela Becerra 

En cuanto robé las primeras imágenes del amanecer regresé a la yurta porque hacía mucho frío y poco después trajeron desayuno: pan árabe y té con leche, suficiente para iniciar un nuevo día.

Como el autobús de regreso a Kashgar pasaba a las 11:30, alisté la mochila, intercambié correos con los amigos extranjeros, y me despedí de la familia kirguiz que tan amablemente me acogió.

Con los amigos de Inglaterra (arriba) ,  de Corea (de blanco) , y mi Juan Carlos.


En China hay autobuses cama como este, donde caben  30 personas acostadas. Foto: Gabriela Becerra 

Foto: Juan Carlos Zamora

Llegué hecha "una garra" a Kashgar, pero después de un baño quedé lista para aprovechar mis últimas horas en esta ciudad, pues mañana viajaré en avión rumbo a Urumqi, la capital de Xinjiang, y de ahí tomaré el autobús a Turpan, la ciudad de las uvas.

Antes de abandonar Kashgar he caminado por última vez en su calles y me pregunto por qué conceptos como progreso y desarrollo tienen que estar ligados forzosamente a la destrucción de un legado patrimonial milenario, que implica al mismo tiempo la desaparición de una forma de vida que ha permanecido casi intacta al paso de los siglos, la eliminación de una cultura viva, presente.

Si bien es cierto que la mayoría de las viviendas de ladrillos de adobe de la etnia uygur se están derrumbando, no significa que tengan que entrar las excavadoras a destruirlo todo para darle paso a los fúnebres edificios que se repiten como si estuvieran hechos en serie, largos bloques de cemento que nada tienen que ver con el estilo de vida de esta etnia, acostumbrada a vivir por siglos en casas de adobe por las condiciones geográficas del lugar.

Esta imagen se repite por todos lados. Foto: Gabriela Becerra 

Al lado de este barrio uygur se están construyendo decenas de edificios.
Foto: Gabriela Becerra 

Las autoridades han argumentado que es necesario reubicar a las familias ante el riesgo de que se derrumben sus viviendas, pero ¿por qué hacerlo de ese modo?, ¿por qué no respetar el diseño arquitectónico que caracteriza las viviendas de la etnia uygur, y que tanto sorprendió en su tiempo al mongol Gengis Kan y al comerciante y explorador Marco Polo, y que sigue sorprendiendo a miles de visitantes?

¿Por qué no rescatar y preservar una ciudad que en su apogeo fue uno de los enclaves políticos y comerciales más importantes de la Ruta de la Seda, y tomar esto como pretexto para impulsar el turismo?

El derrumbe de algunas casas deja ver el detalle con que estaban decoradas por dentro.  Foto: Gabriela Becerra 

Calle del casco viejo. Foto: Gabriela Becerra 
  
¿No será que con el argumento de querer reubicar a los uygures para “prevenir accidentes” y ofrecerles “mejores condiciones de vida” se pretende destruir su legado patrimonial y, con ello, ir desapareciendo una cultura viva que se resiste y protesta al ver que se aniquila su legado, su identidad cultural?

¿No se sentirían indignados al ver desaparecer su barrio, su comunidad, el lugar donde jugaron de niños, y alzarse uno tras otro edificios que nada tienen que ver con su forma de convivencia?

¿No es una agresión que se les dé a los uygur una bicoca como indemnización por sus tierras y cuando protesten se les llame “terroristas”?, ¿no es una intimidación que se militarice su ciudad para contenerlos?, ¿no es una provocación el que se envíen cada vez más chinos de la etnia han a vivir a Kashgar, con quienes la etnia uygur siempre ha tenido conflictos? Si no es esto, ¿entonces qué es?


Los alrededores donde se encuentran algunos recintos religiosos e históricos también han sido cercados por edificios. Foto: Gabriela Becerra 

Ojalá se haga consciencia a tiempo y no se destruya un legado patrimonial valiosísimo, una cultura viva, como ya se ha hecho con otras herencias culturales en este país en nombre del desarrollo y el progreso.

Foto: Gabriela Becerra 

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