martes, agosto 23, 2011

Experiencias de mi viaje a Xinjiang. Entre burros y cabras


Lunes 8 de agosto, 2011.

Todo estaba planeado para llegar a Kashgar un sábado. ¿Por qué esta urgencia? Porque tenía una cita al siguiente día a la que no podía faltar: el mercado del domingo, considerado el más grande de Asia Central.

El mercado está divido en dos. En una zona se venden alfombras, telas, ropa, zapatos, comida, artículos para el hogar y el cuidado personal, y en los alrededores de la ciudad se encuentra el mercado de animales, este era el que más me atraía.

¿Cuál era el interés de estar en medio de chivos, vacas, toros, borregos, caballos, burros, perros y hasta gatos? Pues que es un mercado que conserva su color, folclor, historia y algarabía desde los tiempos de la Ruta de la Seda, cuando Kashgar era uno de los puntos neurálgicos del comercio. Aquí el tiempo la pasa tan bien que hasta se le olvida transcurrir.

Foto: Gabriela Becerra

El mercado de ganado es una avalancha de imágenes. Mis ojos, descontrolados, no sabían a dónde apuntar, quería atrapar la escena completa, pero era imposible captar con la lente la magia que entraba por mis pupilas.

Todo mi entorno lo veía en diferentes planos, por aquí el dueño que pone guapo a su borrego trasquilándole la lana que le sobra, por acá el joven que acomoda y amarra sus cabras, por allá los señores barbones que negocian un gran toro y son rodeados por los curiosos que quieren conocer el precio final, más allá un burro macho enamorando a una hembra, y a un lado el barbero rasurando a los ancianos.

Foto: Gabriela Becerra

Foto: Gabriela Becerra

Foto: Gabriela Becerra

Foto: Gabriela Becerra

Desde temprana hora, los comerciantes llegan en carretas jaladas por burros, donde transportan sus ovejas o cabras, pero también se ven camiones con toros y vacas, o familias que llegan a pie arreando a su ganado desde los pueblos más cercanos.

Foto: Gabriela Becerra
Conforme avanza la mañana, el amplio terreno al aire libre se va llenando, a tal grado que los comerciantes tienen que hacer largas y lentas filas con su ganado para poder entrar. Al poco rato, todo es un alborto y una mezcla de claxonazos, mugidos, relinchos, berreos, y de negociaciones en lengua uygur, kirguiza o kazaka.

Foto: Gabriela Becerra

Toda esta cascada de formas y colores, de bullicio y ajetreo, me hizo viajar en la historia del comercio, así se hacía hace siglos, así se sigue haciendo en Kashgar. Coincido con muchos que aseguran que el mercado del domingo, por sí mismo, vale la pena una visita hasta la remota ciudad.

Foto: Juan Carlos Zamora

Cuando mis tripas comenzaron a protestar de hambre tuve que abandonar el mercado, porque con esto del ayuno del Ramadán no encontré ningún puesto de comida. Así que tomé un taxi al centro de Kashgar, pero también fue en vano, todos los restaurantes estaban cerrados. Mi hambre devoradora me obligó a entrar a un mini súper y comprar galletas, chocolates y un jugo. Estaba lista para ir a mi siguiente destino, el mausoleo de Abakh Khoja.

Mausoleo de Abakh Khoja
Foto: Gabriela Becerra

Foto: Juan Carlos Zamora

Abakh Khoja fue uno de los más poderosos y respetados monarcas islámicos de Kashgar, que gobernó en el siglo XVII. Cuenta una leyenda que ahí también está enterrada su bisnieta, quien fue concubina del emperador Qianlong.

Se dice que el emperador la eligió porque de su cuerpo emanaba un perfume especial, por eso a la tumba también se le conoce con el nombre de Xiangfei (en chino, Xiang quiere decir perfumada, y fei se usa para referirse a las concubinas imperiales).

Mi largo viaje hasta Kashgar ya ha valido la pena, pero aún faltan muchas sorpresas por descubrir.



Para los viajeros interesados:
El mercado de animales se encuentra cerca de la estación de trenes. Entrada libre.
Hay que llegar cerca de las siete de la mañana, hora local (la hora de Xinjiang se recorre dos horas con respecto a la de Beijing)
Costo de la entrada al mausoleo de Abakh Khoja: 30 yuanes
Banderazo del taxi en Kashgar: 5 yuanes (algunos taxistas hablan chino y otros uygur)

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