Beijing me hizo
regresar a mis viajes en metro, esos que por años realicé en la Ciudad de México cuando iba
a la Universidad
y que más tarde abandoné para adoptar el auto. Te puedes quejar de que el metro
vaya a reventar, de no alcanzar lugar, de los malos olores, de los carteristas
o de que algún patán intente darte un masaje erótico, pero nunca de que sea aburrido.
En el metro de Beijing
me pasa lo mismo, para mí es como un laboratorio sociológico en el que observo
cómo se comporta la gente, cómo se viste, peina y entretiene con sus móviles y
tabletas, ya sea con música, películas, juegos y libros electrónicos.
Esta imagen es de lo más común. La mayoría de los usuarios, sobre todo los jóvenes, "matan" el tiempo con sus móviles y tabletas. Foto: Gabriela Becerra |
En el trayecto también
me distraigo con la gran cantidad de publicidad que hay por todas partes. Es
imposible escapar de ella. De los pasamanos penden agarraderas con
anuncios y los corredores de cambio de línea están tapizados con
publicidad de marcas famosas, pantallas electrónicas de gran tamaño y vitrinas
de cristal con productos dentro.
Foto: Gabriela Becerra |
Colocado en los pasillos de transbordo. Foto: Gabriela Becerra |
En los cambios de estación hay decenas de vitrinas que exhiben los productos. Foto: Gabriela Becerra |
No cabe duda que las
empresas han sabido explotar todos los espacios posibles. Hay andenes en Beijing que parecen centros comerciales: de los techos
cuelgan carteles y de las paredes anuncios luminosos.
Además, las columnas y
pisos están forrados con imágenes de distintos productos, modelos guapísimos o
simplemente el nombre de la marca.
Cada vez son menos los espacios que están libres de publicidad. Foto: Gabriela Becerra |
Foto: Gabriela Becerra |
Mientras esperan el
siguiente metro, los usuarios quedan atrapados en medio del bombardeo
publicitario.
Pero eso no es todo,
en los andenes y vagones también hay pantallas de televisión, en donde te
entretienen con programas de cocina, chismes del mundo del espectáculo, concursos de
canto y más publicidad.
Foto: Gabriela Becerra |
Por si faltara algo, el
marketing también está presente en algunos túneles. Ahí están colocados
anuncios fluorescentes que, con la velocidad del metro, adquieren movimiento y
lucen como en televisión.
Durante el cambio de línea te puedes encontrar con pantallas electrónicas de gran tamaño. Foto: Gabriela Becerra |
En las pantallas también se promocionan los estrenos cinematográficos. Foto: Gabriela Becerra |
Ningún lugar reúne a
tanta gente en un día como el metro. Por muy corto que sea un traslado, los
usuarios gastan mínimo 5 minutos para llegar a la siguiente estación, tiempo
suficiente para consumir algo de publicidad y crear una nueva necesidad, un
nuevo deseo.
El metro de Beijing se
ha convertido en un mercado muy apetitoso para las grandes marcas. En la última
década este sistema de transporte se desarrolló a pasos agigantados al crearse
13 de sus 16 líneas, construcción impulsada por la denominación de Beijing como
sede de los Juegos Olímpicos 2008.
Las compañías que aquí se
anuncian tienen la certeza de que diariamente 9 millones de pasajeros, y hasta
10 en los días de máximo tráfico, verán su publicidad en alguna de las 16
líneas que componen este sistema de transporte.
Creo que la llamada China
socialista ha dejado de serlo al menos en su política económica. En los tres años que llevo viviendo en el país he observado cómo el capitalismo
más salvaje se da vuelo en las grandes ciudades. Hoy en día, el 50 por
ciento de la población total vive en zonas urbanas por lo que, de alguna forma
u otra, están expuestos a la publicidad y al estilo de vida que ésta busca
imponerles.
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